Recuerdo haber leído hace unos años, una queja de Jorge Luis Borges sobre la pertinaz costumbre de la Real Academia Española de la Lengua, de aprobar cualquier cosa. Mencionaba, por ejemplo a la palabra, “psalmo” a la que se le había quitado la p, lo que la alejaba de su origen griego, con la letra psi en su comienzo.
También hablaba del absurdo de terminar en vocal algunas palabras como “vikingo” e ironizaba que pronto oiremos hablar de las obras de Rudyard Kiplingo.
A través de los años he presenciado, a veces atónito y otras indignado, cómo la RAE hacía correcto lo incorrecto, que es como si una ley aprobara la ilegalidad.
Así se fueron transformando: psicología, septiembre, arveja, toalla, murciélago; en: sicología, setiembre, alverja, toballa, murciégalo. (¡Sí! ¡Así como leés!: toballa y murciégalo están bien dichos, según la RAE)
También algunas incorrecciones como tráfico por tránsito o evento por algo que no es “eventual”, tuvieron su aprobación.
No me extrañaría si se aprobara un vicio de pronunciación muy en boga últimamente, por el que se dice “utensiyo”, creyendo que es “utensillo” (con elle) y no “utensilio”. En ese momento comenzaremos todos a decir famiya, Itaya, conciyo,…
Mi hijo Diego tiene la teoría de que la RAE está integrada por viejos cagones que actúan bajo presión: los amenazan y aprueban cualquier cosa.
Por suerte parece que la gente misma es la que se encarga de poner las cosas en su lugar. Por ejemplo, pasado el primer periodo de novedad, ya casi nadie escribe “sicología” o “setiembre”, y rechaza categóricamente “murciégalo”.
Parece que la Academia ha olvidado su lema: “limpia, fija y da esplendor”, porque fija sin limpiar, lo que opaca el idioma.