martes, 17 de noviembre de 2009

NADAR POR LA VIDA



En La Nación del 14 de noviembre, en sus “Historias con nombre y apellido”, Leila Guerriero publica la historia de María Inés Mato, La mujer que nunca pudo dejar de nadar (un formidable artículo que se puede leer haciendo clic aquí)
Lo que yo quiero destacar es sólo un párrafo que no sólo sirve para nadadores:
¿Qué hacés cuando nadás? –dice María Inés– Buscar con las manos masas de aguas quietas. En el diálogo entre el nadador y el agua se producen zonas de agua que funcionan como puntos de apoyo. Lo que uno hace al nadar es escalar. Te apoyás en esa masa quieta con las manos, y trasladás tu cuerpo. Lo central es la toma del agua. Tomar el agua, apoyarte en el agua, subir.

Hubiera querido hacer un comentario para que se vea el paralelo entre lo que hace María Inés para nadar y lo que deberíamos hacer para vivir cumpliendo nuestros propósitos. Pero he decidido dejar que la razón de mis lectores reemplace mis palabras

lunes, 5 de octubre de 2009

MERCEDES SOSA-GARDEL


Hablando de Carlos Gardel, decía un tío: “no es el más grande, ni el mejor cantor, ni el más representativo de los argentinos: es Gardel”.
Con eso significaba lo muy especial de alguien por el que se identifica a los argentinos más allá de su buena voz, su entonación, o su bondad.
Hace tiempo comprendí que si hay alguien que pueda compararse con Gardel, esa es Mercedes Sosa.
Es cierto, todas las comparaciones son odiosas. Por eso, como una forma de parafrasear a aquel mi tío, debo decir: “Mercedes Sosa es Mercedes Sosa”. Sólo a partir de allí podemos agregar elogios, calificaciones, análisis.
Tuvo la increíble virtud de cantar todos los ritmos y unir todas las generaciones… como Gardel.
Y ya que volvemos a Gardel, recuerdo un reportaje que hace muchos años le hizo Antonio Carrizo a Edmundo Guibourg, amigo de la infancia del cantor. Dijo: “Gardel no era un hombre, era un ángel”
También Mercedes Sosa es ahora un ángel. Vaya por ella nuestra oración.

martes, 22 de septiembre de 2009

MANIQUEOS

Allá por el siglo II, el persa Mani (o Manes), afirmaba que el mundo estaba generado y movido por dos principios: uno del bien y otro del mal.
Esa doctrina, que se llamó maniqueísmo, no podía admitir las mezcolanzas. Por ejemplo el ser humano estaba compuesto por un espíritu (procedente de Dios) y por un cuerpo (procedente del diablo). Es decir: dos cosas perfectamente diferenciadas. La luz se separaba de las tinieblas, por lo que no eran posibles las palabras “semi oscuridad” o “semi claridad”.
De allí que, por extensión, se llama “maniqueísmo” a toda postura que no admite ninguna posición intermedia. Todo es blanco o es negro; nunca un gris y –menos– un color ¹.
Ese argumento de la pelea entre contrarios es utilizado también en posturas que van desde el yin y el yan hasta la dialéctica marxista. En el Apocalipsis, el Señor le ordena a Juan que le diga al ángel de Laodisea: “puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”.
Supongo que todos estos tipos, cada vez que tomaban mate se quemaban la lengua…o directamente preferían el tereré.
Son muchos los que aún sostienen esa teoría, sólo que ahora, en vez de llamarlos “maniqueos”, se los llama fundamentalistas.
Y, al decir esta palabra, imaginamos a un personaje siniestro, preferiblemente islámico, cargado de bombas dispuesto a hacerlas estallar. O si no a un kamikaze, con ojos oblicuos apuntando su avión contra el enemigo, sin miras de eyectarse antes de estrellarse contra él. Ambos, uno budista y el otro mahometano, partían de la misma base dogmática: “Yo soy bueno, el otro es malo”. Pese a esto (o debido a esto), si se encontraran frente a frente, se destruirían prolijamente, ganando ambos (o perdiendo) el paraíso.
Pero esos personajes no son los únicos fundamentalistas. Son la pequeñísima minoría de un ejército de fundamentalistas que nos rodea con no menos peligrosidad que aquellos ingenuos buscadores del paraíso.
Y no se trata solamente de algunos fieles de cualquier religión que, siendo suya la verdad, condenan a los otros al infierno en nombre de Dios². El fundamentalismo, maniqueísmo o fanatismo se ha colado también en la política, una disciplina que se autoproclama como “el arte de lo posible”.
Para ejemplificar, vamos a la política de entrecasa. Si yo estoy contra Alfredo de Ángelis o contra Lilita Carrió, es evidente que soy seguidor de Kirschner… y viceversa. Si cuestiono la llamada ley de medios, es porque prefiero que el Confer siga haciendo y deshaciendo a su antojo y que el grupo Clarín ejerza un monopolio. Y si critico actos de la democracia, es evidente que apoyo la dictadura. Cuando alguien cuestiona a Fidel Castro o a Chávez, no puede menos que dejar en evidencia una simpatía por los Estados Unidos.
También hay un fundamentalismo histórico, que tiende a ver las crueldades y el despotismo de los conquistadores sobre los nativos americanos e ignora olímpicamente las crueldades y el despotismo de los imperios Inca y Azteca que existían por estos lares, antes de Colón. Y los que recuerdan con lágrimas en los ojos la caída del muro de Berlín, miran para otro lado cuando levantan muros los israelíes, los españoles, los norteamericanos o el intendente de…
Ni hablar cuando el fundamentalismo es religioso. Los que nos horrorizamos de las masacres del Islam, solemos hacer la vista gorda a las aberraciones de la inquisición.
Probablemente no tengamos la culpa de esta visión del mundo, sino que somos víctimas de una especie de código genético.
Una maestra jardinera me contaba hace unos años que, yendo para el Jardín de Infantes, vio que en un campo cercano dos tractores araban en círculo, uno detrás del otro. Pensando que era un espectáculo digno de ser visto por los chicos, apenas llegó, los llevó hasta el campo. Los chicos quedaron fascinados pero, en vez de sacar las conclusiones que la maestra esperaba (dos tractores trabajando juntos en pos del mismo objetivo) se treparon al alambrado, quizás imaginando que estaban en un estadio, y comenzaron a gritar alentando a uno o a otro tractor: “¡Y dale dale, dale dale rojo!”… “Y dale, y dale y dale verde!”
No sé si ese espíritu de confrontación es innato en el ser humano, ni si resulta conveniente para su progreso personal, pero estoy casi³ seguro que es perjudicial para el entendimiento entre las personas.
Y esa es la única verdad…
¿O la única mentira?
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1 Blanco y negro no son colores. El blanco es la unión armónica de todos los colores y el negro la falta absoluta de color
2 Hasta lo hacen muchos seguidores de Cristo, olvidando que Él predicó justamente el amor al enemigo y calificando de hipócritas a los fariseos, los fundamentalistas de aquellos tiempos
3 Digo “casi” para que no me crean fundamentalista, pero en realidad estoy absolutamente seguro

jueves, 7 de mayo de 2009

MARAVILLOSO PLACER…


…sentarse en un sillón, escuchando “Va, pensiero”, el coro de los esclavos de la ópera “Nabucco” de Giusseppe Verdi con letra de Temistocle Solera.
Los judíos habían sido deportados en masa a Babilonia por Nabucodonosor II y añoraban la tierra que Dios mismo les había prometido y que habían tenido que dejar.
“Quien diga que no hay querencia, que le pregunte a la ausencia”, cantaba el boyero en el tango de José González Castillo, y más o menos lo mismo podían decir los Judíos que, en hebreo, cantaban:

¡Vuela pensamiento, con alas doradas,
pósate en las praderas y en las cimas
donde exhala su suave fragancia
el aire dulce de la tierra natal!
¡Saluda a las orillas del Jordán
y a las destruidas torres de Sión!
¡Oh, mi patria, tan bella y abandonada!
¡Oh recuerdo tan grato y fatal!
Arpa de oro de los fatídicos vates,
¿por qué cuelgas silenciosa del sauce?
Revive en nuestros pechos el recuerdo,
¡háblanos del tiempo que fue!
Canta un aire de crudo lamento
al destino de Jerusalén
o que te inspire el Señor una melodía
que infunda virtud al padecimiento

En la voz de Gardel sonaría: “Suena Guitarra querida..”, pero ¡minga de Le Pera! En realidad Solera se inspiró en el Salmo 137:

Junto a los ríos de Babilonia,
nos sentábamos a llorar,
acordándonos de Sión.
En los sauces de las orillas
teníamos colgadas nuestras cítaras.
Allí nuestros carceleros
nos pedían cantos,
y nuestros opresores, alegría:
"¡Canten para nosotros un canto de Sión!"
¿Cómo podíamos cantar un canto del Señor
en tierra extranjera?
Si me olvidara de ti, Jerusalén,
que se paralice mi mano derecha;
que la lengua se me pegue al paladar
si no me acordara de ti,
si no pusiera a Jerusalén
por encima de todas mis alegrías.

Pero no hace falta saber nada de esto para disfrutar del momento del que hablábamos al comienzo.
¡Dale!¡Date el gusto! Hacé click aquí

martes, 28 de abril de 2009

SEXO


El matrimonio de veteranos llenó cada uno su solicitud.

Al empleado le llamó la atención un detalle:

– Me parece que han cometido un error: en la casilla donde dice “sexo”, el señor escribió “F”, femenino y la señora “M”, masculino.

– En mi caso –dijo él– “F” significa “Felizmente, todos los días”

– No le haga caso a este fanfarrón –dijo ella– Mi “M” quiere decir “Muy de vez en cuando”.

jueves, 23 de abril de 2009

FIGURITA COLA

No. No se trata de resaltar las virtudes de ninguna actriz de moda. Lo que pasa es que estuve releyendo las “Memorias del Ángel Gris” de Dolina y allí hay una referencia al juego de bolita (o canicas, como habría que decir internacionalmente). Después encontré otras referencias al juego.
Lo que me costó encontrar fue alguna alusión con respecto a las figuritas, otro juego infantil que teníamos de chicos.
Al fin encontré un blog en el que se hacía ese recuerdo, aunque a mi entender, el relato es bastante incompleto (nótese la contradicción entre “bastante” e “incompleto”)
EL ÁLBUM
Las figuritas eran circulares, de un cartón finito pero rígido (mientras eran nuevas). No podían acumularse de un año para el otro porque cambiaban de marca (la primera que recuerdo era del año ’51: “Lali”, la del ’52: “Cola”; más adelante fue “Sport” – para nosotros “espór”). El motivo del cambio era porque había que llenar un álbum con la promesa de grandes premios. El caso es que yo nunca conocí a nadie que tuviera ese álbum. Tal vez porque los que poblábamos la escuela Nº 7 de La Reja éramos de pobres para abajo o porque nos parecía un despropósito malgastar una figurita pegándola en un álbum.
Muy pocas veces teníamos acceso a comprar un sobre de figuritas nuevas. Pero cuando conseguíamos los 10 ó 20 centavos que costaba, disfrutábamos de la magia de cortar el borde superior (muy lentamente para no lastimar su preciosa carga) y sacarlas una a una vislumbrando si eran repetidas o difíciles.
Ahora, después de más de 50 años de egresado, me pregunto qué importancia tenía la repetición si, como dije, no teníamos ningún álbum para completar.
Así y todo una “difícil” se podía cambiar por 2 ó 3 “fáciles”.
EL JUEGO
Lo primero que habría que decir es que, así como en las bolitas, se descartaba el plural: se jugaba “a la figurita” y no “a las figuritas” y que para nosotros (escolares de los ’50), los juegos de bolitas y figuritas no hubieran tenido ningún sentido sin los “cantos”. Ya Dolina se ocupó convenientemente de los que tienen que ver con la bolita, yo voy a decir algo sobre la figurita.
Con las figuritas convenientemente apiladas en un montón que llamábamos “bagayo” y que apretábamos en la mano izquierda, nos paséabamos por el patio al grito de “figurita cola”. “Cola” significaba que, en caso de ser aceptado el desafío, el retador tiraría en último término, cosa que daba una ventaja singular. Por eso el otro, para aceptar decía: “cola al tiro vale más”, y pasaba a ser el último. Si se quería un juego con más participantes, se seguía con el desafío. Cuando otro cantaba: “cola al tiro…”, el primero que aceptó el reto advertía “ya canté”. Al nuevo le quedaba un último recurso: decir “a medir”.
El juego consistía en quién arrimaba la figurita más contra la pared. Había varias maneras de tirar la figurita, pero la más común y que denotaba al experto jugador, era tomándola en su circunferencia como si fuera una bolita, entre los dedos pulgar (doblado y apretado por el mayor) e índice (doblado como gancho). Se impulsaba soltando abruptamente el pulgar que pegaba en el canto de la figurita que salí girando por el aire hasta su destino. Otras formas de tirar eran despreciadas como de ineptos.
El primer juego solía ser “a medir” es decir, para saber quién era cola. El que arrimaba más a la pared tiraba último, el segundo anteúltimo y así hasta completar la lista de los jugadores.
En los juegos siguientes, el que ganaba se llevaba todas las figuritas, que por lo general eran cambiadas por otras más viejas, ya que las nuevas eran las indicadas para tirar.
Este tipo de juego de arrime era el más utilizado porque no se arriesgaba mucho y, de acuerdo al número de participantes, se podía ganar mucho.
Había alguna variante.
Si una figurita caía sobre la otra, era “tapadita” por lo que se cobraba doble, siempre que el tapador gritara a tiempo: “tapadita garpa dos”.
También, mediante el grito oportuno, se podía obtener doble paga cuando la figurita quedaba de canto contra la pared: “espejito”. “Voltea garpa tres”, cantaba el siguiente jugador, que intentaba derribar al espejito.
Estas dos variantes dieron lugar otros tipos de juegos más arriesgados: “La Tapadita” y “Voltear el espejito”. En ellos no tenía importancia cuan cerca estuviera la figurita de la pared, ganaba todas las que se habían tirado, el primero que tapaba a otra o el que volteara la figurita previamente colocada de canto contra la pared, de acuerdo al juego que se estuviera jugando. Cuando terminaba la rueda sin que nadie tapara o volteara, se continuaba con el primer jugador y así sucesivamente. Se podía ganar mucho pero también perder mucho.
Los que no querían arriesgar demasiado, jugaban a ganar sólo la figurita que se tapaba o el espejito que se volteaba.
Había cantos especiales para estos juegos como: “puntín no vale” (si la tapada era mínima) o “doble espejito gana”, cuando el tirador hacía otro espejito. Había tantos cantos como se quisiera y otras tantas respuestas, de acuerdo a la imaginación de los jugadores. Algunos sólo tenían vigencia para ese juego o para ese día. Otros perduraban.
ADRENALINA
Lo que denotaba al corajudo (quizás al que de adulto sería vicioso jugador) era “el puchero”.
El guapo de turno ponía una figurita contra la pared, a la altura de sus ojos, diciendo: “Puchero”. A él se arrimaban los que aceptaban el desafío. Y así se iba formando el grupo de jugadores que se aprestaban a jugárselo todo, los que, al comenzar el juego, eran rodeados de un montón de curiosos.
Así como en el casino se suele determinar una apuesta mínima, al jugador de puchero se le miraba el bagayo. Si sus figuritas eran muy pocas se lo despreciaba: “¿Con eso querés jugar al puchero? ¡Rajá!
El juego comenzaba en el mayor silencio. Como esa forma de tirar sin impulso dejaba a las figuritas a merced de cualquier brisa repentina o de su propia resistencia al aire, solían caer en cualquier parte dificultando el objeto del juego, que era tapar a otra.
A medida que las figuritas se desparramaban en el piso, iba creciendo el murmullo de los espectadores, que cada vez eran más, y los “¡Uuuuhhhh!” o “¡Aaaaahhhh!” cuando la aproximación era mucha.
Cuando a un jugador se le terminaba el bagayo, era palpado para saber si no había escondido algunas figuritas en un acto de cobardía. Si se le encontraban, él solía apelar: “no son mías…”. La apelación era inmediatamente denegada y debía arriesgarlas.
Salvo lo del “puntín” no recuerdo otros cantos para el puchero. Era un juego de guapos donde no cabían agachadas.
He visto perder enormes bagayos en estos lances. El perdedor, con ganas de llorar, era mirado con lástima por todos, pero sabía sobreponerse diciendo: en casa tengo más. No era cierto, porque lo lindo era la jactancia de tener el mayor bagayo y por eso se llevaban todas a la escuela, pero ese alarde servía para mitigar su miseria y para conseguir “crédito” de algún amigo:
– Prestame una. Recupero y te devuelvo dos.
– ¿Y si no recuperás?
– Mañana te traigo de las que tengo en casa.
A veces se exigía devolver tres (200% de interés).
El perdidoso comenzaba arrimando, ganando de a poco y solía recuperarse. Otros no.
Cuando conocí el casino de Mar del Plata me pareció que los negocios de compra-venta y préstamos que hay a su frente, eran atendidos por los mismos chicos de guardapolvo blanco que exigían 3 por 1 a los desesperados y arruinados jugadores compulsivos de figuritas.
No sé cuándo se acabó esta forma de jugar a las figuritas ni si mis nietos juegan con ellas: No quiero ni preguntar. Cuando mis hijos eran chicos, las figuritas eran cuadradas, de papel brillante y el juego consistía en ponerlas en el piso y tratar de darle vuelta pegándole con la mano plana o ligeramente en forma de cuenco invertido.
¡Una mariconada!

martes, 17 de febrero de 2009

REAL BURRADA




Recuerdo haber leído hace unos años, una queja de Jorge Luis Borges sobre la pertinaz costumbre de la Real Academia Española de la Lengua, de aprobar cualquier cosa. Mencionaba, por ejemplo a la palabra, “psalmo” a la que se le había quitado la p, lo que la alejaba de su origen griego, con la letra psi en su comienzo.
También hablaba del absurdo de terminar en vocal algunas palabras como “vikingo” e ironizaba que pronto oiremos hablar de las obras de Rudyard Kiplingo.
A través de los años he presenciado, a veces atónito y otras indignado, cómo la RAE hacía correcto lo incorrecto, que es como si una ley aprobara la ilegalidad.
Así se fueron transformando: psicología, septiembre, arveja, toalla, murciélago; en: sicología, setiembre, alverja, toballa, murciégalo. (¡Sí! ¡Así como leés!: toballa y murciégalo están bien dichos, según la RAE)
También algunas incorrecciones como tráfico por tránsito o evento por algo que no es “eventual”, tuvieron su aprobación.
No me extrañaría si se aprobara un vicio de pronunciación muy en boga últimamente, por el que se dice “utensiyo”, creyendo que es “utensillo” (con elle) y no “utensilio”. En ese momento comenzaremos todos a decir famiya, Itaya, conciyo,…
Mi hijo Diego tiene la teoría de que la RAE está integrada por viejos cagones que actúan bajo presión: los amenazan y aprueban cualquier cosa.
Por suerte parece que la gente misma es la que se encarga de poner las cosas en su lugar. Por ejemplo, pasado el primer periodo de novedad, ya casi nadie escribe “sicología” o “setiembre”, y rechaza categóricamente “murciégalo”.
Parece que la Academia ha olvidado su lema: “limpia, fija y da esplendor”, porque fija sin limpiar, lo que opaca el idioma.

viernes, 23 de enero de 2009

UN GRAN PASO...





En 1969 Neil Armstrong pronunció la famosa frase: "Este es un pequeño paso para un hombre, y un gran paso para la Humanidad" (o "un gran salto", que todo tiene su acotación al margen)
El salto a que me refiero en el título, es el que dio la humanidad por medio de la sociedad norteamericana.
Todos los diarios dan cuenta del triunfo de Barack Obama. Yo digo que el triunfo es de la sociedad noteamericana que dio un gran paso en una materia que debía a la humanidad.
El nuevo presidente puede o no hacer una gran gestión, hasta podría ser un fiasco para las espectativas que creó, pero el hecho de haber elegido un negro es el verdadero triunfo. Tengamos en cuenta que recién en 1964 se derogó la obligación de que los negros debían ceder el asiento a los blancos y que un año después tuvieron derecho a voto. En materia de humanidad, los EEUU estaba atrasada varios siglos con respecto a la civilización y ahora avanzó con un gran salto.
Es cierto que persiste en esa sociedad una gran discriminación, pero no creo que sea mayor que la que existe entre nosotros, aunque la neguemos fervorosamente.
Y un auguroso comienzo fue la firma del decreto presidencial que prohibe las torturas y las cárceles secretas. Si lo pensamos un poquito vamos a ver que terrible es que en 2009 tenga que firmarse un decreto que ponga en claro la cosa.
¿Que las torturas seguirán existiendo? Claro, no soy ingenuo. Pero tiene que ser a escondidas, como un acto delictuoso que la civilización no admite. Como la esclavitud, que sigue existiendo, pero ya no como una acción de terrorismo de estado.
Me importa poco cómo sigue la gestión de Obama, pero aguardo con espectativa los nuevos pasos que puede llegar a dar la humanidad.