jueves, 7 de mayo de 2009

MARAVILLOSO PLACER…


…sentarse en un sillón, escuchando “Va, pensiero”, el coro de los esclavos de la ópera “Nabucco” de Giusseppe Verdi con letra de Temistocle Solera.
Los judíos habían sido deportados en masa a Babilonia por Nabucodonosor II y añoraban la tierra que Dios mismo les había prometido y que habían tenido que dejar.
“Quien diga que no hay querencia, que le pregunte a la ausencia”, cantaba el boyero en el tango de José González Castillo, y más o menos lo mismo podían decir los Judíos que, en hebreo, cantaban:

¡Vuela pensamiento, con alas doradas,
pósate en las praderas y en las cimas
donde exhala su suave fragancia
el aire dulce de la tierra natal!
¡Saluda a las orillas del Jordán
y a las destruidas torres de Sión!
¡Oh, mi patria, tan bella y abandonada!
¡Oh recuerdo tan grato y fatal!
Arpa de oro de los fatídicos vates,
¿por qué cuelgas silenciosa del sauce?
Revive en nuestros pechos el recuerdo,
¡háblanos del tiempo que fue!
Canta un aire de crudo lamento
al destino de Jerusalén
o que te inspire el Señor una melodía
que infunda virtud al padecimiento

En la voz de Gardel sonaría: “Suena Guitarra querida..”, pero ¡minga de Le Pera! En realidad Solera se inspiró en el Salmo 137:

Junto a los ríos de Babilonia,
nos sentábamos a llorar,
acordándonos de Sión.
En los sauces de las orillas
teníamos colgadas nuestras cítaras.
Allí nuestros carceleros
nos pedían cantos,
y nuestros opresores, alegría:
"¡Canten para nosotros un canto de Sión!"
¿Cómo podíamos cantar un canto del Señor
en tierra extranjera?
Si me olvidara de ti, Jerusalén,
que se paralice mi mano derecha;
que la lengua se me pegue al paladar
si no me acordara de ti,
si no pusiera a Jerusalén
por encima de todas mis alegrías.

Pero no hace falta saber nada de esto para disfrutar del momento del que hablábamos al comienzo.
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