En realidad se
trataba de dos chiquitos. Uno era
yo, cuando me faltaban un mes y un día para cumplir diez años. El otro era un
gran chiquito.
Uno de los chicos |
Era el día 26 de
noviembre de 1954. A
los 28 años, el boxeador mendocino Pascual Pérez, que medía 1,52 m y pesaba 48 Kg , se enfrentó en Japón
con el campeón mundial de peso mosca,Yoshio Shirai. De ese día, hoy se cumplen
60 años.
Ganó la
oportunidad de pelear por el título, gracias al empate que unos meses antes había
obtenido contra Yoshio el el Luna Park de Buenos Aires. (recuerdo haber
escuchado esa pelea –tele no teníamos– que se resumía en: “Pega Pascualito,
traba Yoshio… Pega Pascualito, traba Yoshio…” y así.)
Eso es lo que más
o menos dicen todas las crónicas.
Yo tengo otros
recuerdos.
El combate por el
título se realizó en Tokio a las 8:00 de la mañana de nuestro país. A esa hora
yo estaba en tercer grado de la escuela Nº 7 de La Reja (Aún no se llamaba “Antártida
Argentina”) y aprovechábamos las oportunas “distracciones” de la maestra,
Susana Saint Pierre, para corrernos hasta la casa de la portera, que vivía al
fondo de la escuela, y escuchar la radio a través de la puerta.
El gran "chico" |
Cuando terminó la
pelea, los emisarios fueron llevando la noticia a sus respectivas aulas. Un
rato más tarde apareció por los grados la directora: “¡Ganó Pascualito!”. Y
entonces pudimos dar rienda suelta a nuestra euforia. Toda la escuela daba
muestras de lo que había sido el triunfo para nuestro país.
A partir de allí
Pascualito se transformó en nuestro héroe, siguiendo su carrera en transmisiones
radiales donde se escuchaban más los ruidos que los relatores.
Cuando ganó al
español Young Martin, era tal mi alegría que, dejando de lado la rígida
disciplina de entonces, le grité a mi
abuelo en tono de burla: “’Le ganamos al gallego, abuelo!” . A lo me contestó
cabrero: “¡Que no es gallego, coño, es madrileño! Y tú no le has ganao a nadie”.
Seis años más
tarde, el imbatible héroe perdió su título con Pone Kingpetch, un tailandés con más altura, más
alcance de brazos y menos años.
Después debimos
acostumbrarnos a la derrota hasta que se retiró. “Es por la tristeza que le
produjo el abandono de su mujer”, decían los mayores.
Mi recuerdo
de Pascual Pérez no termina allí. Una vez lo vi “en persona” comiendo con el “mono”
Gatica en el restaurante Mayo de Frutos, a 3 cuadras de casa. Hablaban de
boxeo, según expresaban los gestos que veíamos a través del vidrio contra el
que aplastábamos la ñata. Quizás lo soñé.
Pascualito
murió a los cincuenta años.
Mi recuerdo
perdura. Acaso porque él era chiquito, como yo, pero más grande.