Amor – Temor: un tema religioso.
Cuando éramos chicos… (por lo menos cuando YO era chico)… la consigna que tenían nuestros mayores para que nos portáramos bien, era: “…porque si no, Dios te va a castigar”. No eran distintos los argumentos que daban las catequistas (¿Había “catequistos” por aquel tiempo?). Sin cesar nos amenazaban con el fuego eterno del infierno o, al menos, con siglos de purgatorio.
No era extraño entonces, que cuando nos aproximamos a la lectura de
La contradicción surgía cuando leíamos en el Nuevo Testamento que “Dios es amor” o “…¿quién de ustedes dará a su hijo una piedra cuando le pida un pan?”. Porque si Dios es bueno ¿Por qué tenerle miedo?
Y se me ocurrió algo más lógico:
Si Dios es amor, sólo depende de nosotros la forma en que lo recibimos. Dios nos ama, aunque nosotros no, ya que ese Amor no es moneda de cambio. A medida que comenzamos a amarlo, es cuando comenzamos a temer ofenderlo.
Es como cuando tememos ofender a un amigo entrañable, aunque sepamos que él nos va a seguir amando igual.
En esta época del New Age, donde el centro del universo soy yo, podemos decir que yo no voy a cambiar a Dios, sino que Él, con su amor, me va a cambiar a mí.
Y yo, con mi amor a Dios, me voy a transformar a mí mismo. Es la metanoia que se nos pide.
Falta un pasito para que eso sea cristianismo: con mi amor a los demás, voy a lograr que la metanoia alcance al mundo.
Es mi fe.