viernes, 29 de enero de 2010

CONSECUENCIAS INESPERADAS DEL BARRO




Resulta asombroso como muchas predicciones se cumplen a la perfección. Estoy hablando de ciertas predicciones políticas que en realidad tienen menos de predicción que de realismo histórico.
Gracias a un meticuloso trabajo de deterioro previo, se intentó convencernos de que los ferrocarriles debían ser privatizados, especialmente por razón de que “el estado es mal administrador”. Se omitían cuatro verdades:1.- Que quienes eso decían eran los que eventualmente tenían a cargo la administración de ese Estado (el gobierno)
2.- Que el estado puede ser mal administrador pero no tiene que serlo.
3.- Que si fuera cierto que el estado es mal administrador, eso no significaría que todas las empresas privadas son buenas administradoras.
4.- Que las empresas privadas buscan legítimamente la mayor ganancia con la menor inversión, premisa no siempre deseable para la prestación de un servicio público. Hace unos años, antes de la privatización (y mucho antes de Chávez), visitó nuestro país el ex presidente de Venezuela, Rafael Caldera. Tuve la ocasión de conocerlo y oír cuando nos prevenía sobre el error de la privatización de los ferrocarriles, cosa que ya había cometido en su país el gobierno militar que lo precedió. La empresa que se hizo cargo, no invirtió en mantenimiento más que lo imprescindible para continuar con el servicio. Cuando el gobierno de Caldera la intimó a mejorar los servicios (que ya para entonces eran deplorables), bajo apercibimiento de perder la concesión, la empresa le hizo un moñito a los trenes y se los devolvió. El estado tuvo que invertir millones de dólares e importantes esfuerzos en lograr que los ferrocarriles volvieran a funcionar.
¿Qué fundamentos había para pensar que aquí no iba a suceder lo mismo? Ninguno. Los ferrocarriles se concesionaron a empresas privadas, pero sólo los rentables. Esta selección eliminó varios ramales, quedando reducida la red de las 41.198 km. de vías que había en 1941, a los aproximadamente 6.000 que actualmente se utilizan (ya se habían eliminado muchos kilómetros en años anteriores).Todo lo que digo puede ser rebatido, ya que no soy experto en el tema, pero podemos comprobar a simple vista alguna de las consecuencias de todo este desguace:
• Pérdida de un capital que era de todos y ahora simplemente se volatilizó
• Más de cien mil nuevos desocupados que obligan al estado a invertir fondos para evitar que ellos también se “volatilicen”.
• Aumento del déficit de los ferrocarriles que, según las últimas noticias que tengo, pasó de un millón de pesos diarios a tres millones por día. Déficit que, por supuesto, paga el estado.
• Un servicio cada vez más malo.• Desmesurado aumento de los accidentes de tránsito, debido al colapso de las rutas por el obligado aumento vehicular.Pero…”entuavía nués nada”, como dijo el paisano. Sobre lo que pasa en cuanto al mantenimiento, tenemos la oportunidad de ver infinidad de trenes rotos, estaciones deplorables, descarrilamientos continuos. Personalmente he podido tomar un botón de muestra:
Debido al barro de la calle Piovano desde el Km 40 hasta la estación La Reja y teniendo en cuenta que la ruta 5 es muy peligrosa para transitar a pie, decidí recorrer esas 5 cuadras “pateando por la vía”. Vean el estado de los durmientes. Y estamos en un lugar cercano a capital por donde pasan 14 trenes diarios (antes de la privatización eran más de 30). ¿Podremos imaginar los ramales más lejanos? ¿Cuánto tardará en cumplirse la “profecía” de Caldera?Muchas palabras para mostrar unas fotos ¿No? ¡Y pensar que si no hubiera sido por la lluvia, ni me hubiera dado cuenta!

viernes, 15 de enero de 2010

SANDRO


Me resulta asombroso cómo se parecen entre sí las personas que se mueren: todos son buenos, ejemplos para la humanidad, queridos por todos, etc. etc.

Algunos lo son, claro. Pero…¿TODOS?. No digo que se deba decir: “¡qué suerte que se murió!” o “murió el cretino de fulano”. Pero nadie se sentiría incomodado si se dijera, por ejemplo: “A las y pico menos cuarto, murió ayer fulano de tal, conocido hacedor que estaba aquejado de un cáncer justo ahí”.

El título adelanta que me voy a referir a Sandro y la introducción, que no lo voy a hacer en los mismos términos que lo hice cuando murió Mercedes Sosa, aunque muchos se han empeñado en compararlos.

Aparte de la calidad artística, que en los neófitos musicales como yo, pasa por lo subjetivo, hay varios valores que los hacen diametralmente opuestos.

Porque: ¿qué compromiso social asumió Sandro a lo largo de su carrera? ¿Alguna declaración en contra de tal o cual dictador? ¿La creación o sostenimiento de alguna ONG destinada a ayudar a alguien? Yo no le conozco. Si la hubiera, sería necesario destacarla ahora, y su silencio anterior haría más elogiable ese mérito desconocido. Pero no: se empeñan en decir trivialidades que sólo a criterio del que las pronuncia santifican al ídolo. Por ejemplo que salía en sus cumpleaños a saludar a “sus nenas” aunque estuviera enfermo y tuviera que usar la bufanda (esto último más que trivialidad merece una palabra más vulgar). O que mantuvo en secreto su vida privada. Elogiable en sí, pero que al mismo tiempo oculta cómo fue esa vida privada.

Sería bueno utilizar hasta el cansancio, sus últimas frases condenando al cigarrillo que lo llevó a su enfermedad y luego a su muerte. Pero pasa que eso lo convertiría en anti-héroe, por eso se mencionan muy al pasar. Si Sandro se convierte en ejemplo es porque nadie debe hacer lo que él hizo.

Recibe un trasplante doble de un donante joven cuyos órganos podían haber sido aprovechados en otra persona joven y no rechazados por un cuerpo totalmente deteriorado y al borde del límite de edad para recibir trasplantes (65 años).

Está bien. Comprendo que cuando de se trata de la propia vida no es fácil ser generoso. Por eso yo me alegro de haber pasado la barrera de edad y no ser tentado con un trasplante alguna vez. De todas maneras, de ejemplo ¡Nada!

También comprendo que yo podía haber dicho como con Mercedes Sosa: “Sandro era Sandro” y listo. Pero de alguna manera quería contrarrestar tanto palabrerío vacío.

Aparto de esta crítica a los que de veras, realmente, lo conocían y querían, porque han actuado en base a ese conocimiento y amor. Lo dicho va para quienes se suman al coro sin comerla ni beberla, pero quieren ser más sandristas que Sandro. Lo que es mucho decir.

Y tampoco tiene que ver con el mismo Sandro, al que deseo un descanso en paz.