sábado, 2 de agosto de 2008

ERATÓSTENES

Cuando yo estaba en quinto grado, la maestra nos pidió que dibujáramos en el cuaderno “La Criba de Eratóstenes”.
Ante lo que supongo que sería nuestra cara de perplejidad, exclamó exageradamente sorprendida:
– ¿¡¡¡¡Cómo!!!!? ¿¡No conocen la Criba de Eratóstenes!?
No sé si le respondimos o simplemente seguimos mirándola con la misma cara, a la que quizás agregamos algo de temor.
Con un gesto de condescendencia, aceptó rebajarse a nuestra ignorancia y dibujó en el pizarrón un cuadrado con divisiones, en el que escribió todos los números, del 1 al 100. Después comenzó a tachar algunos: 2, 3, 5, 7, 11…
– ¡¡Ahh!! –suspiramos aliviados – ¡Es la tabla de números primos!.
–¡¡No!! ¡¡Es la criba de Eratóstenes!! –nos corrigió la maestra.
Ese fue el primer encuentro con este personaje.

Cuando mis libros pasaron la cantidad de mil, los catalogué y creí necesario darle un nombre a esa pequeña biblioteca que estaba formando. Comencé a indagar sobre distintas bibliotecas (trabajo arduo cuando aún no existía Internet) y así supe de la Biblioteca de Alejandría, un poco más antigua que la mía (se cree que se fundó alrededor del 400 aC) y con algunos libros más (700.000). Y supe que allá por el 236 aC fue su director nada menos que Eratóstenes. Fue mi segundo encuentro.

Así supe que Eratóstenes era un filósofo griego que también era poeta, matemático, astrónomo, geógrafo y todas esas cosas que en la antigüedad se acostumbraba a estar unidas en una sola persona. Vivió doscientos años antes de Cristo y fue el primero que midió la distancia al Sol, la circunferencia de la Tierra y la inclinación del eje terrestre. Todo con una precisión increíble, teniendo en cuenta los elementos con que contaba en aquellos tiempos. Pero lo que quiero destacar es su condición de director de la famosa biblioteca de Alejandría y que, ya octogenario se quedó ciego.
Podríamos aquí hacer aquí un paralelismo con Borges, que también era un bibliotecario ciego. Claro que hay alguna diferencia, porque nuestro poeta ironiza en su “Poema de los dones”:
"Nadie rebaje a lágrima o reproche,
esta declaración de la maestría de Dios,
que con magnífica ironía,
me dio a la vez los libros y la noche"

Pero a Eratóstenes no le resultó tan fácil la cosa. Al comprender que los libros eran ya inalcanzables para él, optó por suicidarse. Sin libros se sentía absolutamente solo, quizás muerto, en ese nuevo mundo de sombras. Pero lo terrible fue la forma de suicidarse: dejó de comer, es decir que murió de hambre. El que muere de hambre sufre atroces dolores porque, después que el organismo consume sus grasas, el estómago comienza a digerirse a sí mismo. Podemos decir que fue un auto castigo, o mejor aún, un castigo a otro.
Nos preguntamos: ¿Castigo a quién? ¿Quién era culpable de su ceguera?: Dios. El tipo le dijo: “¿Me dejaste ciego? Entonces mirá lo que hago con tu creatura” y se mandó el viaje sufriendo lo más posible.
Creí que tanto amor a los libros y, en última instancia, al conocimiento o a la posibilidad de seguir aprendiendo, merece dar nombre a una biblioteca, aunque sea pequeña como la mía.
No se sabe bien porqué desapareció la Biblioteca de Alejandría. La mía sucumbió al fuego. Los libros que ahora tengo están desparramados y sin catalogar. Eratóstenes sabrá perdonármelo.
Un personaje de mi novela "Naufragios" dice parte de lo que aquí escribí. Debo aclarar que fue él el que me plagió y no lo contrario.

3 comentarios:

Mechicabota dijo...

Sí, tu biblioteca que estaba dividida por temas (representados por letras) y por orden alfabético (números), y buscábamos en una planilla el libro que queríamos y así sacábamos su código (como C265), y luego al buscar en la biblioteca nos dábamos cuenta que todos los libros estaban desordenados: las G con las O, los 7 a continuación de los 14...
De no ser por tu pobre hija que se dedicó a ordenarlos, ¿qué pensaría Eratóstenes de vos?

Mechicabota dijo...

¿Dije "por orden alfabético (números)"?
Dios, esos hongos venenosos sí que pegan... o quizás fueron los sapos que lamí.

Anónimo dijo...

Quedate tranquilo. De los libros que leiste el fuego solo se llevó sus páginas. El verdadero contenido está en vos. Y con vos te los vas a llevar. ¡Amarrete!