martes, 21 de octubre de 2008

ALGO MÁS QUE UN PARO


La cosa es así: me había propuesto no escribir cosas de actualidad, porque esto no es un periódico. Pero a veces la actualidad nos lleva por delante y si uno indaga en ella, va a encontrar patrones universales que permiten ir de lo particular a lo general.
¿Para qué todas estas explicaciones previas? Para justificar que voy a hacer algo que dije que no haría. Pero como este blog está dedicado a las contradicciones, no haría falta este prólogo, que sería una contradicción (lo que lo justificaría).
De lo que quiero hablar es de las huelgas docentes, lo que me va a dar pie para hablar de otro montón de cosas.
Cuando yo era chico, nunca había una huelga docente. Es más: jamás los docentes se adherían a una huelga general. Eso, a mi entender, no los hacía mejores, sólo los ponía en una categoría de marginados de la sociedad. Para ellos, los sufrimientos de su pueblo eran algo ajeno, algo que no les pertenecía. Y no es que ganaran un buen sueldo. Es que la maestra (porque casi no existían los hombres en esta profesión), lo eran porque era lo único que se suponía apto para ellas, si no querían aceptar un destino de “corte y confección”. Después se casaban con un hombre que generalmente ganaba lo suficiente para vivir y el sueldo de maestra era un extra que no siempre se aportaba a los gastos del hogar.
Después, el sueldo de la mujer pasó a contarse con los ingresos familiares, por lo que el sueldo de marido se achicó de tal manera que era imposible sobrevivir sin contar con los dos. Ahí se dieron cuenta de que los docentes no eran una elite, sino obreros como todos los demás y, por tanto, se pusieron a reclamar también por su salario.
El primer movimiento de docentes que vi fue por fines de los ’80 y me alegré. “Por fin son trabajadores”, me dije.
Más tarde la lucha sindical se fue haciendo más intensa y, como en todos los gremios, hubo sindicalistas profesionales.
De esa camada surgieron los que ayer insultaban y escupían frente a la jefatura de gobierno de Buenos Aires.
De esa camada surgieron los que decretan un paro por 48 horas, sin pasar por otras medidas previas, o un paro nacional tras 15 minutos de deliberación (¿Y la consulta a las bases?)
Pongamos las cosas en claro. Estoy absolutamente de acuerdo con los reclamos. El docente debe ganar más que el común de los trabajadores y tener todas las condiciones de trabajo que la dignidad exija. Porque ellos tienen a su cargo nada menos que a nuestros hijos y, así como se plantea la sociedad, las responsabilidades que se le asignan cada vez son mayores.
Y no acepto la respuesta que da el gobierno porteño (que coincide con la de todas las provincias) de que “la plata no está”. El pagar o no pagar es una decisión política. Se puede decidir no arreglar calles y con eso aumentar a los docentes. O bajar el sueldo a los docentes para poder tapar todos los baches. O solventar en su totalidad la salud dejando de hacer todo lo demás.
El asignar los recursos es una decisión política. El gobierno de Cuba, cuya ideología no comparto, nos ha demostrado que, una vez que se fijan prioridades, se pueden cumplir. Ellos decidieron que en la isla debía haber salud y educación, y lo lograron pese al bloqueo y a los magros recursos con que cuentan.
¿No podríamos proponernos lo mismo en un país riquísimo en recursos naturales? Si, claro. Pero para eso necesitaríamos algo que suena extraño en los oídos de los gobernantes, cualquiera sea su signo ideológico: la participación. Si “la plata no alcanza” no es porque no está, sino porque está destinada a otra cosa. Consultemos a los vecinos de Buenos Aires: ¿Calles o educación? Pero hagámoslo con el presupuesto abierto, que el ciudadano pueda ver a qué partida se le puede sacar. Claro que eso es “peligroso” porque podrían verse disminuidos muchos sueldos de funcionarios y legisladores. Ya sé que el argumento es que ni bajando todos esos sueldos alcanzaría para un aumento significativo, pero sería una señal de que todos somos iguales. Este razonamiento puede llevarse a todos los niveles del país. (¿En qué quedó el “presupuesto participativo”?)
En cuanto a los reclamantes docentes: Aplaudo que luchen no sólo por sus salarios, sino también por su dignidad, incluyendo la formación y las condiciones de trabajo. Haciendo esto, los alumnos seguirán recibiendo educación, aunque haya paro. Pero las peleas, los escupitajos, los insultos no son una didáctica conveniente. O, mejor dicho, son absolutamente anti-educación.
El argumento de que se toman como rehenes a los chicos, lo pueden esgrimir ambos bandos en pugna, porque tanto gobernantes como reclamantes lo están haciendo. Unos dicen: “aumenten los sueldos porque si no los chicos se quedan sin derecho a la educación” y los otros dicen: “Trabajen con sueldo bajos, porque si no los chicos se quedan sin derecho a la educación”.
Hace unos años se había implementado una modalidad que consistía en el paro docente con clases explicativas a padres y alumnos sobre los motivos de los reclamos y la necesidad de conservar íntegra la dignidad del trabajador. ¿No habría reeditarlo?
Y una cosita más: dadas las desigualdades económicas y de recursos que existen entre nuestras provincias, ¿no sería bueno una educación nacional, al menos en recursos financieros, aunque se respetaran las organizaciones y diferencias regionales?

Muchas preguntas para tan pocas ideas ¿No? Es que yo no tengo la razón, sólo pretendo que todos razonemos sin ser simplistas.

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